La realidad de ser joven
El 21 de setiembre se conmemoró el día de la juventud en nuestro país. Año tras año lo celebro pero debido al ritmo de vida, solo implícitamente pienso en las maravillosas implicancias de esta etapa. Resulta muy oportuno, tener esta oportunidad para detenerme y apreciar este momento, tal vez mi yo en unos cuántos años volverá a leer estas líneas.
Conceptualmente, ser joven implica ese rango o época en la que una persona está culminando o incluso ha culminado la formación terciaria y comienza la siguiente etapa en la cual se prepara para desarrollarse independientemente para ser parte de la vida adulta. Parece un concepto tan llano y sencillo pero conserva una brecha de inmensidad de situaciones y emociones personales.
Llegar a esta etapa implica haber disfrutado de los recursos que se debieron haber proveído desde la infancia, como una adecuada educación escolar básica, formación en el aspecto, cultural, social, artístico. Se supone que estas herramientas facilitarían a los jóvenes las condiciones para enfrentar el futuro y ampliar sus capacidades y posibilidades de desarrollo. Ciertamente, resulta vital para comenzar a tallar la personalidad con estas experiencias que se viven desde la infancia ya que a partir de ese momento en que despedís la infancia, se empieza a tomar decisiones que llevan o marcan la adultez.
Personalmente siento, que dentro de nuestra población, dentro del rango etario joven estamos enfrentando un proceso de transición social muy importante donde la carencia de las herramientas vitales que debieron ser proveídas en la infancia están mayormente ausentes. Esto se visualiza según el estudio “Paraguay Joven” (UNFPA, 2015) que indica que el desempleo joven es casi doble del desempleo del país (9,9% frente al 5,3% respectivamente) casi el triple en el caso de mujeres jóvenes (12,1%) y afecta en mayor medida a jóvenes del menor quintil de ingresos (UNFPA, 2017). Entre los empleados el 26,5% está en una situación de subempleo (UNFPA, 2015).
Estas cifras son resultados del limitado acceso a una formación que facilite al mercado laboral, las escasas oportunidades laborales formales y empleos dignos, la poca formación en competencias, la falta de capital para poder emprender, así como también vulnerabilidades específicas de colectivos con discapacidad y población indígena.
A pocos días de volver a conmemorar esta fecha y como introspección debo decir que ser joven es sinónimo de vida, futuro, progreso. Así mismo, considero que es conocer, aprender e intentar hasta más no poder sin miedo a caer porque haciéndolo crecemos como personas. Además, considero que es tener las fuerzas para enfrentar los desafíos, convertir problemas en oportunidades, en soluciones, ser la voz impulsora de la sociedad.
Una vez que las cifras detalladas más arriba desaparezcan y las herramientas necesarias para enfrentar el futuro lleguen a cada joven, estaremos listos y podremos celebrar esta fecha con la convicción de que la construcción de la sociedad depende de la juventud. Entretanto, mientras considero que me encuentro forjando un futuro gracias al acompañamiento de mi familia, me queda un sabor amargo por aquellos que no han tenido la misma oportunidad.